Dejar
“Dejar de hablarte fue como arrancar un idioma que aprendí sólo para ti.
Las palabras quedaron suspendidas en espera de un destinatario que ya no existe.
Y en ese silencio comprendí que uno no se queda mudo.
Uno queda vacío.
Es extraño cómo la costumbre de tu voz sigue resonando.
Aunque ya no haya eco que responda.
Como si mi memoria insistiera en repetirme que alguna vez fui escuchado.
No se trata sólo de perder a alguien, sino de perder el movimiento que sostenía mis días.
De repente caminar se convierte en una rutina sin destino.
Respirar un gesto automático, vivir una tarea que ya no encuentro cómo justificar.
Y aunque intento sostenerme, hay una fatiga profunda.
Un sentimiento de rendición que se instala como si todo esfuerzo fuera inútil.
Como si nada tuviera sentido sin la certeza de tu presencia.
Me gustaría decir que todavía estoy buscando una manera de continuar.
Pero lo cierto es que todo intento tropieza con la ausencia.
Y en cada silencio se confirma lo mismo: Que dejar ir no es olvidar, es aceptar que seguir sin ti es apenas seguir.
Y que incluso rendirse duele menos que insistir en un diálogo que ya no tiene respuesta.”
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