Para mi papá.
“No es la carne y la sangre, sino el corazón, lo que nos hace padres e hijos”
Friedrich Schiller.
28 de agosto de 2015.
6:20 pm.
Una llamada.
Y las 4 palabras que cambiaron mi vida, tal día como hoy, hace 10 años: «El viejo se fue».
Nada, nunca más, fue igual.
Al shock inicial, siguió casi de inmediato, un estado de actuar por inercia. Cómo si un switch se hubiera activado en mí.
Mi única prioridad era mi mamá. La persona con la que compartiste toda una vida. Debía ser "fuerte" para sostenerla a ella. No me podía permitir un momento de "debilidad".
Además de hacer frente a todos los trámites burocráticos que conlleva un fallecimiento. No tenía más opción. Tranquilidad y seguridad para sortear lo mejor posible todo lo que acontecía.
Los primeros 4 días, había muerto el esposo de mi mamá. Ninguna lágrima salió de mis ojos. Dejé de sentir.
Cuando me tocó retirar tus cenizas y puse la caja en el asiento del carro, el switch del primer segundo de tu muerte, se desactivó.
Ahí caí en cuenta que, no solo murió el esposo de mi mamá, también había muerto mi papá.
El hombre más importante de mi vida.
Lloré cómo nunca lo había hecho, con el más profundo dolor que hubiera sentido alguna vez.
Mi héroe, mi guía, mi maestro, mi amigo, mi lugar seguro, uno de los dos pilares donde se asentaba mi existencia, ya no estaba. Se había ido para siempre.
Estaba desubicada, sin rumbo, desamparada, vulnerable. Sin saber qué hacer.
Ahora yo tenía que tomar las riendas de la familia, aplicar todo lo que me enseñaste desde que nací: enfrentar con decisión y valentía lo que llegara en la vida.
Mi mamá y yo nos unimos más que nunca. Ella y yo contra el mundo y todo lo que trajera con él.
Dimos lo mejor de nosotras durante casi 7 años. Cuando le tocó el turno a ella de reunirse contigo.
Debes saber lo emocionada que me pongo cuando las personas que nos conocen me dicen que soy igual que tú. Forjaste mi carácter a tu imagen y semejanza.
Por eso chocábamos a menudo. Un par de tigres que se mantenían firmes en sus posiciones. Pero que se amaban profundamente.
No me cabe el orgullo en el cuerpo cuando gente que te conoció y compartió contigo me dicen que fuiste una gran persona. Un hombre honesto, trabajador, responsable. El mejor jefe que tuvieron y con el que aprendieron todo lo que saben. Un gran líder.
Y así como siento mucha emoción y orgullo, también siento una enorme responsabilidad. Calzar tus zapatos no ha sido fácil. Dejaste la vara muy alta y muchas veces dudo de ser capaz de siquiera rozarla. Hago mi mejor esfuerzo.
Heredar tu legado pesa mucho. Y no te quiero defraudar.
En estos 10 años, no pasó ni un solo día en que no te recordara. El vacío y el dolor están como el primer momento. El tiempo solo se ha encargado que me acostumbre. Porque jamás se irán.
Y hoy me haces mucha falta.
Tus consejos, tu apoyo, tu amor.
Que me des un abrazo fuerte, de esos que siempre me regalabas a diario. Un beso. Y las palabras apropiadas. Gestos que me hacían sentir segura y en paz.
Cuando estoy más ahogada, recuerdo tus palabras: “todo va a estar bien, mi negrita”. Y funciona. Me traes calma.
Por favor, aparece en mis sueños, no te tardes mucho. Te extraño y necesito ese empujón anímico que me ayude a salir de todo esto que me agobia.
Llega con mi mamá. Los necesito a ambos conmigo. Desde que ustedes se fueron no me había sentido tan triste y sin ganas de vivir.
Cada día que pasa, es un día menos en el que nos volvamos a reencontrar. Y ya será para siempre.
Me dueles cada día, no dejo de recordarte y te lloro en cada rincón.
Te amo papá ♥️
Comentarios
Publicar un comentario